Il faut toujours garder les deux yeux ouverts,
un œil ouvert sur la misère du monde pour la combattre,
un œil ouvert sur sa beauté ineffable, pour rendre grâce.
-Abbé Pierre.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Burocracia de finales de siglo

   Interior, noche, la luz de un generador chispea sobre un escritorio. Una conversación, dos individuos, uno es personal burocrático, el otro ciudadano de a pie, el primero lleva chaqueta de skay, pelo engominado, barba rala, el segundo viste con menos clase, sostiene una boina de fieltro en sus manos, comparece encorvado y es interrogado acerca de un incidente con un gato cojo.
  Nombre.
  Gustavo.
  Apellidos.
  Higgins Valdemar.
  Fecha de nacimiento.
  Veintiocho de diciembre de dos mil cuarenta y siete.
  Estado civil.
  Separado.
  Estado mental.
  Separado también.
  Número de Contribuyente.
  Ciento setenta y cuatro mil quinientos diecisiete.
  Dígame, señor… Higgins Valdemar. ¿Dónde se encontraba usted la noche de los hechos?
  Estuve en mi receptáculo, señor.
  Algunos testigos afirman haberle visto en la escena del incidente.
  Subí a la superficie a recoger sal del dispensador comunitario, señor.
  Usted sabe que está prohibido acceder a la superficie después del toque de queda.
  Sí, lo siento señor, mi madre no soporta las transcelgas sosas.
  No es excusa, velamos por su seguridad, no podemos garantizársela si no acata las normas, señor Higgins Valderrama.
  Valdemar. Lo comprendo, señor.
  Describa su periplo al dispensador de sal.
  Pues verá, primero atendí el ruego de mi madre de prepararle su baño de pies, me dispuse a verter el salfumán para eliminar los hongos y…
  Por favor, limítese al grupúsculo horario comprendido entre su partida y su regreso al cubil.
  Claro, disculpe. Salí con la mascarilla de mi cuñado, la mía la tenía a lavar, me quedaba un poco grande así que no iba cómodo, además usted sabe que a veces el olor de otra persona le puede transportar así ¡zas! en un instante a otro tiempo y lugar, pues la mascarilla de mi cuñado me transportó a las rodillas de mi abuelo cuando era un mocoso.
  Su abuelo.
  No señor, cuando era un mocoso yo.
  Esta información es irrelevante.
  No señor, usted verá, el recipiente de vidrio soplado de cabeza metálica horadada…
  El salero.
  Eso es, señor, el salero, lo llevaba yo con dulzura, si se me permite la antítesis.
  Al grano, señor Hawthorn.
  Higgins. A lo que voy es que una serie de sucesos inevitables me llevaron a tardar más de lo deseado, sabía que estaba incumpliendo la ley del toque de queda y a mi madre se le enfriaba el rehogado, así que decidí apretar el paso, con tal mala fortuna que el mentado salero se me desprendió de estos dedos gurruminos.
  El asunto del toque de queda será gestionado a su debido tiempo, ¿tuvo o no tuvo que ver usted con el desplazamiento contra natura de Copito?
  ¿Copito?
  El gato de la señora Villagordo, su excelsa vecina. Asumo que ha leído usted el informe clínico y que está en posesión de sus facultades según el artículo SCAM barra dos, su declaración será certificada como vinculante y...
  Sí, sí, desde luego, Copito, excelsa. No, yo no tuve nada que ver. Además, cuando quise acariciarle el muñón me mordió el malnacido.
  Así que reconoce haber tenido contacto con el denunciante.
  Lo único que le puedo decir es que aquel gato me recordó a mi abuelo, señor, él estuvo en la guerra del Verano Insidioso donde perdió una pierna, yo estaba contrariado por haber dejado caer el salero y no sopesé las consecuencias que se derivarían de este acercamiento.
  Usted debería sopesar más a menudo. Como sabe, Copito ha interpuesto una denuncia por maltrato psicológico.
  Disculpe mi expresión cetrina, no me hallo en buen estado.
  Quizás un exceso de sal.
  ¿Me toma el pelo, señor?
  Aquí las preguntas las hago yo, Valde Higginsmar.
  Higgins Valdemar.
  El afectado pide una compensación por daños y perjuicios.
  ¿De cuánto estamos hablando?
  Insisto en que el que pregunta soy yo. Cinco mil pesercios o treinta y siete meses de servicios sociales, la Comunidad se encargará de reportar al damnificado la suma correspondiente aplicando las debidas retenciones y, o, en su caso, impuestos derivados de los gastos de vacunación, castración y desparasitación.
  Vamos, que a Copito le va a quedar una sexta parte.
  Yo sólo hago mi trabajo, puede usted consultar y exponer sus dudas utilizando su chip yugular, siempre que lo tenga con los papeles en regla, claro.
  Déjelo, acabemos cuanto antes con esta deliciosa diligencia. Me quedo con los treinta y siete meses de servicios sociales.
  Puede usted elegir campo de implantes o atención al clon deprimido. Aquí tiene los formularios, tiene usted que escanear aquí su retina, eso es, deposite aquí su dermis y firme con saliva en el identificador lingual, procure... eso es, no escupir fuera. Le llegará el resto de la documentación en un periodo de dos mil ciento sesenta horas, debe permanecer en su cubículo durante este tiempo para evitar una posible prórroga penal post mortem que se aplicaría a sus descendientes.
  Pues se lo agradezco mucho, señor.
  ¿Va a querer realizar alguna otra operación una vez concluida la presente?
  Sí.
  Un momento, por favor.
 
  Dígame.
  Pues deme media docena de huevos coloraos y una baguette de poliestireno.
  ¿Para llevar o para introducir?
  Para llevar, si es tan amable.
  Aquí tiene, don Guillermo Vladimir Harrods, y por cierto, felices fiestas, parece que se ha quedado buena noche.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Instrucciones I

                                                                                     Grabado: Anna Pownall

Instrucciones para lavar una lechuga
determine un momento y lugar
retire cuidadosamente sus prejuicios
propicie el contacto entre la lechuga y abundante agua fresca
respire con normalidad

Instrucciones para ver la televisión
encienda el aparato
abra los ojos
apague el cerebro
cierre el corazón

Instrucciones para subir una escalera
sitúese en el extremo inferior
elija un estado de ánimo
empuje hacia abajo un peldaño, luego otro
(si se quiere pueden ser consecutivos)
repita el punto anterior hasta que se acabe la escalera

Instrucciones para escuchar música
baje el volumen de sus ideas
póngase las orejas de escuchar
suba el volumen de las ideas de otros

sábado, 15 de septiembre de 2012

El transcurso irrelevante

                                                                                         Foto: J. Ibáñez

    Era un día cualquiera en una ciudad cualquiera. Federico Pinto se subió en la penúltima estación y su pensamiento le hizo un gesto como quien tiene treinta y una al mus, habían estado caminando separados un rato y no se habían dicho nada hasta ahora. El tranvía estaba tan lleno que perdía pasajeros como una bolsa de pipas mal cerrada, aun así aceleró como si no hubiera ocaso contradiciendo las leyes de fricción y del sentido común.
    -¿Te has leído el libro que te recomendé? No me lo digas, ya lo sé, otra vez has estado procrastinando, eres un vago. Sólo los grandes pensadores llegan lejos. Ya lo decía Descartes, dos cosas contribuyen a avanzar: ir más deprisa que los otros o ir por el buen camino, pero tú, Federico, si no haces ni lo uno ni lo otro serás un mediocre ad nauseam.
    Federico sólo quería comer pipas animado por la comparación de antes. Escuchar a su pensamiento mentando en latín y pronunciando la palabra dekagt le aturdía más que el traqueteo del tranvía y en ese momento creyó que podía saltar por la ventanilla, resultar ileso y librarse de responder. Sin embargo dijo:
    -Yo no quiero avanzar, ¿sabes cuál es mi filosofía? transcurrir, yo transcurro. Tú lo único que haces es enredar… Además, sí que me he leído el dichoso libro.
    Estas palabras llenaban la boca de Federico de autosuficiencia y la vaciaban de saliva, pero ambos procesos se vieron interrumpidos por una estrepitosa sacudida y el señor bajito vestido de verde que estaba al lado salió despedido sin parecer afectado.
    -¿Sí? ¿Te lo has leído? –dijo su pensamiento mirándose los dientes en el reflejo del retrovisor de delante. Su mirada coincidió con la del conductor un instante y ninguna conclusión se pudo sacar de este suceso.
    -Bueno sí, me he leído las tapas y el lomo. ¿Cómo se llamaba? Eres Granjero… me das un libro para plantar tu huerto. Antes prefiero leerme los ingredientes del atún con tomate.
    La sensación de estar en posesión de la razón dio paso a la duda de si su última frase era realmente necesaria.
    -Federico, eres un borrico, es El Extranjero. ¿Has estado bebiendo? Por Kepler, sienta de una vez la cabeza, sólo son las nueve.
    Un niño con el dedo en la nariz les miraba embobado. Alguien le hizo una foto. Federico tenía un aspecto lamentable, si su pelo fuera una fregona habría que tirarla. Pasaron unos segundos en los que nadie se hizo caso y su pensamiento prosiguió:
    -Mira, olvida el libro, pero haz algo, tienes el precipicio detrás y nos vas a hacer caer a los dos, y no vale improvisar cualquier cosa, ya se sabe que la maniobra es imprudente si de popa es la corriente.
    Federico se preguntó qué demonios tenía que ver su destino con el refranero marino y al no hallar respuesta se imaginó que el tranvía descarrilaba y que rescataba a una señora de entre las llamas, que más tarde le buscarían para agradecerle su heroicidad pero él se habría retirado en mitad de la noche a la azotea más alta de la ciudad, donde respiraría agotado por subir tanta escalera.
    -Me dan miedo las alturas...
    Su pensamiento, que conocía a Federico desde que eran críos, supo el origen de esta digresión y quiso ofrecerle algo esclarecedor.
    -No ser amados es una simple desventura, la verdadera desgracia es no amar.
    -Acabo de acordarme de un sueño, alguien me daba fruta o algo de comer, después de un rato me daba cuenta de que estaba todo lleno de gusanos.
    -Los sueños, sueños son…
    -No me importaba demasiado, seguía comiendo y trataba de averiguar a qué se parecía el sabor.
    -Un hombre tiene que tener siempre el nivel de la dignidad por encima del nivel del miedo.
    -¿Querrá decir que me espera algo malo?
    -El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
    -Hay quien define el futuro de manera menos poética…
    El mugriento altavoz incrustado sobre la puerta quiso participar en la conversación y definió el futuro a su manera y con voz de rejilla:
    -Próxima estación, Justicia, final de trayecto.
    Un hombre quiso rascarse el brazo sin éxito, unas gafas empañadas impedían ver al que las llevaba, alguien cruzó el dedo gordo del pie sobre el contiguo. Federico comprendió que esta cadena de acontecimientos no significaba absolutamente nada y se bajó del tranvía con una pierna dormida. Antes de doblar la esquina su alma le saludó como si le conociera de toda la vida.
    -Has estado pensando de nuevo, te lo veo en la cara. Te diré algo, pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
    Y llenó de pinturas las retinas de Federico Pinto.