Foto: Juan García González
He venido
a inventarme los colores
que el pintor derramará
por las aguas
del río;
no soy más
que un trozo de hilo
anudado por un lado
al extremo
del olvido.
Van conmigo las maletas
ocupadas con vacío
según si el paso es fértil
o baldío;
estaré cerca de aquél
que conciba el temor
como un amigo
del camino.
No hay error posible
si lo único que hacemos
es cruzar de un lado a otro
con las manos abiertas,
los ojos abrazados
y el corazón
henchido.
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