Foto: Isabel Munuera
Él escribe hormigas con ojeras
que miran con trazo mojado
tras las ventanas de la infancia,
allá donde la lluvia escribió su primera palabra.
Él camina escriviviendo;
se hospeda en la casa prestada
donde el mar era un silencio que se curó con olas,
donde nunca estuviste y aún me esperas.
Él dice que no dice,
elige elegir y aprende a gritar.
Se pregunta si no somos
más que un lápiz desgastado
que ha olvidado y ha bebido,
que aún tuviera porvenir.
Que aún quisiera verte amar
y que empezara el invierno
bar adentro
junto al viento y su latido.
Él afirma que la taza está servida
que un mendigo tuvo vida,
y que ya recogen
en la noche mal cerrada
los cubos de la amargura.
Ahora yo también quiero
dejarme caer para elevar el vuelo.
Enseñar trampas para perder
y poder así,
sin miedo,
inventar la realidad.
que miran con trazo mojado
tras las ventanas de la infancia,
allá donde la lluvia escribió su primera palabra.
Él camina escriviviendo;
se hospeda en la casa prestada
donde el mar era un silencio que se curó con olas,
donde nunca estuviste y aún me esperas.
Él dice que no dice,
elige elegir y aprende a gritar.
Se pregunta si no somos
más que un lápiz desgastado
que ha olvidado y ha bebido,
que aún tuviera porvenir.
Que aún quisiera verte amar
y que empezara el invierno
bar adentro
junto al viento y su latido.
Él afirma que la taza está servida
que un mendigo tuvo vida,
y que ya recogen
en la noche mal cerrada
los cubos de la amargura.
Ahora yo también quiero
dejarme caer para elevar el vuelo.
Enseñar trampas para perder
y poder así,
sin miedo,
inventar la realidad.